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22 de Noviembre
Los seres humanos somos más complejos de lo que creemos, por eso, las cosas que nos pasan en el cuerpo tienen implicaciones directas en la salud mental ¡y al contrario también!
¿Te ha pasado que estás tan triste que te duele el cuerpo? ¿O qué estás tan asustada que sientes que las piernas no te reaccionan? Eso sucede porque las emociones no las sentimos solamente en el cerebro, sino en todo el cuerpo.
Esa es la explicación del hambre emocional, es decir, de la sensación de hambre que creemos sentir cuando estamos estresadas o ansiosas. Lo que sientes no es hambre realmente, tu cuerpo no necesita que lo alimentes, es solamente un síntoma de esas emociones incómodas.
Hay que hacer una aclaración importante: cuando decimos “ansiedad” nos referimos a la sensación incómoda que todas las personas sentimos en algunos momentos, no al Trastorno de Ansiedad, que es una condición médica especial y necesita acompañamiento de una psicóloga o incluso de una médica psiquiatra.
La ansiedad tiene unos síntomas muy claros, entre los que se encuentran:
Sensación de nerviosismo, agitación o tensión.
Sensación de peligro inminente, pánico o catástrofe.
Aumento del ritmo cardíaco.
Respiración acelerada.
Sudoración.
Temblores.
Sensación de debilidad o cansancio.
Problemas para concentrarse o para pensar en otra cosa que no sea la preocupación actual.
Tener problemas para conciliar el sueño.
Tener dificultades para controlar las preocupaciones.
El hambre fisiológica es la manera que tiene tu cuerpo de avisarte que va llegando el momento en el que necesita alimentos para recuperar la energía que te has gastado. En cambio, el hambre emocional no es una necesidad real, por lo que no se calma con la ingesta del antojo.
En este cuadro te vamos a mostrar las diferencias principales, para que la próxima vez que sientas hambre puedas diferenciar si tienes hambre o ansiedad:
Los alimentos que ingerimos no nos proporcionan solamente la energía que necesitamos para todas las actividades de la vida diaria, sino que también son mensajes que le mandamos al cuerpo de cuánto lo queremos y de cuánto lo cuidamos.
Por eso, el hambre emocional es perjudicial para la salud. No se puede convertir en una costumbre arraigada enfrentar todas tus emociones con comida, porque ahí no te estás alimentando, solo estás llenando tu cuerpo con alimentos poco saludables que no le hacen bien y que no hacen parte de una alimentación balanceada.
Es cierto que comer libera hormonas que nos hacen sentir más felices y más aliviados, pero no queremos que se te olvide nunca que esa no es la única actividad que lo logra: hacer ejercicio, escuchar música, tomar el sol, abrazar a otros y cantar son otras opciones que puedes intentar para reemplazar el deseo de comer sin hambre real para sentirte mejor en los momentos de estrés y ansiedad.
Si quieres aprender más, puedes leer este paso de ¡Alimentación consciente! para que te vuelvas toda una experta diferenciando el hambre real de la ansiedad.
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