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Era una de esas semanas en las que terminaría mi octavo año en el cole, las emociones iban y venían, allí estaba yo sentada preparándome para enfrentar a un monstruo tan grande como lo era mi última exposición, esta vez sería ante un público.

Entre preocupación y desesperación por librar a este monstruo que tanto esperaba, el día había llegado, la noche anterior me acosté a dormir un tanto nerviosa, la noche transcurría y había tenido pesadillas en la que dos monstruos se enfrentaban entre sí, el uno más malo que el otro, sorpresivamente yo me había puesto a favor del monstruo que yo ya conocía, pero aquel que para mí era nuevo, ganaba la batalla.

De inmediato me levanté de mi pesadilla y me preguntaba, ¿por qué habré tenido esta pesadilla? admito que me asusté, y no era tanto el miedo a los monstruos, era más bien la necesidad y la angustia por descifrar aquella pesadilla. Tenía que levantarme temprano entonces decidí seguir durmiendo.

A la mañana siguiente, muy temprano, 5:00 a.m. me levanté, me vi al espejo, fui a ducharme, ya vestida y totalmente arreglada para ese día sentí ganas de ir al baño, cuando fui al baño me asusté un poco ya que noté que de mi orina había salido algo de sangre, me angustié; pero no por la sangre sino porque se estaba cumpliendo mi pesadilla. De inmediato llamé a mi mamá, ella ya había hablado de que algún día esto iba a pasarme, que iba a empezar a menstruar pero el dilema fue que mamá no menstruaba hace ya 5 años.

En mi casa yo era la única hija, entonces mi angustia empezó porque si nadie menstruaba en mi casa ¡No existían las toallas higiénicas! Eran las 5:30 a.m. por lo que las tiendas estaban cerradas, las farmacias por el lugar que yo vivía no existían ¡fue un caos todo!

Ahora sí que el monstruo inesperado había derrotado a mi monstruo esperado. Mi mamá llamó a mi inspector para decirle que había tenido un percance y era imposible ir al cole a dar mi exposición ante el público, ¿se imaginan tener que esperar toda manchada de sangre hasta conseguir comprar toallas? pues eso ¡Me pasó! ¡Y fue terrible!

Mi moraleja de esta historia es: no consideremos algún evento como malo o desesperante porque no conocemos qué pasará el día de mañana y aquello que creías terrible se vuelve insignificante ante una situación a futuro.

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