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Dicen que madre solo hay una; pero yo soy esa clase de personas que también ha encontrado una en la mamá de una amiga, en una jefe, en una tía o en una amiga adulta. Aunque por supuesto, ninguna reemplaza a mi mamá –que gracias a Dios la tengo con vida-.

Dicen que madre solo hay una; pero conozco personas que por ejemplo, tienen dos (y no necesariamente porque una sea la biológica y otra la adoptiva).

También conozco madres que son maternales con sus hijos y otras que a pesar de amarlos (porque me imagino que todas las madres aman a sus hijos), no son maternales con ellos.

Unas que son las mejores amigas de sus hijas y otras que son las peores enemigas para ellas.

Supongo que así como hay mujeres que sin ser madres tienen muy desarrollado su instinto maternal, hay madres que aunque hayan dado a luz; no lo tienen tan marcado en su personalidad.

Y supongo también, que como dicen por ahí no entendemos a nuestras mamás hasta que nos hacemos madres o que “se aprende a ser hijo cuando se es padre y se aprende a ser padre cuando se es abuelo”.

(En la entrada sobre "vivir solas" ya hablamos de crecer y darnos cuenta lo mucho que podemos parecernos a ellas).

Lo que quiero decir con esto, es que la maternidad aparece de muchas formas más allá de las que vemos normalmente en redes sociales. Y esta época suele ser difícil tanto para quienes tienen una relación complicada con ella o desafortunadamente no la tienen con vida; como para las que han intentado y no han podido serlo, las que no querían pero la vida sí lo quiso, o incluso para las que están atravesando una depresión post-parto.

Afortunadamente nos tocó una generación en la que estos temas se han visibilizado y se puede poner sobre la mesa la conversación de si como mujeres queremos o no queremos serlo… porque sin duda la maternidad no es algo que debamos tratar a la ligera.

Independientemente de nuestras posturas religiosas, he llegado a la conclusión –y esto lo he hablado con mi mamá- que el mandamiento de “honrar a padre y madre” es quizás uno de los más difíciles.

Me ha tomado tiempo comprender que hay dos razones fundamentales para hacerlo:

  1. Por encima de la vida, no hay nada. Y buenas o malas (porque también las hay) honrar a la persona que te dio la vida, es todo. (Además, si algo hemos aprendido de toda esta onda espiritual es que más allá de decir “fue lo que me tocó” es comprender que “fue lo que yo escogí”… en otra vida, antes de nacer, en un acuerdo de almas, etc).

  2. La segunda es un poco más complicada y requiere de un nivel de compasión sagrado: “yo en tu lugar, habría hecho lo mismo… porque yo sería tú”.

Así que para mí, no es coincidencia que en mayo se celebre el día de la madre, el día del trabajo y el día del maestro. Porque una madre tiene el trabajo más difícil… el de ser un maestro de vida, tanto de lo que queremos como de lo que no queremos ser.

Por eso, celebremos la valentía, la valentía de quienes lo son, de las que están luchando por serlo y de las que no lo quieren ser.

Atentamente,

Ana Listas.

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